martes, 4 de febrero de 2014

Día uno

Cierro los ojos, divago un poco y me relajo.

El ángel pequeño que vive sobre el armario, ese primer ser que llega solo cuando no hay siquiera un alma alrededor, me da un beso de buenas noches. Cuando me mira, tiene tus labios -esos que puedes mimetizar con un corazón), tus ojos (que son juguetones y gatunos) y tu cabello (con rizos que solo él puede ordenar). Tal vez tiene una margarita en la mejilla, pero no me he fijado bien. No pasa el suficiente tiempo conmigo como para saberlo bien.También usa pantalones blancos que muestran sus pies y una corbata a rayas que cambia de color todos los días. Como tiene muchas y le gustan los colores vivos, usa una diferente cada vez que puede.

El monstruo que vive debajo de la cama saca las garras, y me hace un poco de daño. Esta muy enojado y su mirada y su rictus fiero me hacen enmudecer y llorar. Ya aprendí que, para que se vaya más rápido, debo ignorar todo y dejar que tome lo que quiere. Tiene tus ojos (de mirada de hielo), y tu voz profunda.

El tercer ser, mudo y neutro, me toma la mano. Está de pie a mi lado, y no he visto que me abandonara nunca, ni siquiera cuando era invisible. Nunca sabes lo que piensa, ni lo que siente, pero puedo estar segura de que estará allí, tomando mi mano. ¿Se dará cuenta de mi existencia? Una vez vi que me miraba por la comisura del ojo y por los nervios, no pude sostenerle la mirada.

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